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488 pages, Paperback
First published January 1, 1958
"Es una triste verdad que la lucha por la causa de las masas siempre la encabezaban hombres ambiciosos, hambrientos de poder, astutamente egoístas, y no los humanistas ni los idealistas; y mejor que así fuera."…está el patrón sin entrañas, hay problemas laborales, huelgas y sí, por supuesto, también hay pistoleros, sheriffs, jugadores de cartas, vaqueros, cuatreros, diligencias, saloones, la puta, la santa, poca ley y menos justicia. Indios no, esos ya eran casi pasado en esta historia, aunque sus fantasmas todavía estén muy presentes. Pero lo que no es del pasado son los temas que en este libro se tratan.
"La paz surge de la guerra, no de la razón... así había sido siempre, y las revoluciones las hacen los hombres que conquistaban, o morían, y no ideas descoloridas en cerebros grises."El autor parte de una sociedad en ciernes, donde confluyen multitud de personajes con estados de evolución social muy distintos y con concepciones muy dispares de la justicia y del orden. Una novela coral en la que los personajes principales, retratados maravillosamente en sus miedos, debilidades, inseguridades, aspiraciones, pecados y problemas morales y de identidad, se encuentran envueltos en una sociedad que los derrumba con la misma rapidez que los encumbra, como una gran marea atizada por vientos (rumores) que nadie sabe de donde parten (interesante como el autor va intercalando en el relato del narrador las consideraciones que uno de los comerciantes del pueblo recoge en forma de diario).
"Los hombres son como el maíz. El sol los quema, la lluvia los empapa, el invierno los congela y la Caballería los pisotea, pero a pesar de todo continúan creciendo. Y nada de eso importa mientras haya whisky."Todo eso es Warlock, una novela que posee una intensidad que te engancha desde el comienzo y no te suelta hasta el desenlace final. Una gozada de libro que gustará hasta a los más escépticos.
Before the agonized epic of Warlock is over with -- the collective awareness that is Warlock must face its own inescapable Horror: that what is called society, with its law and order, is as frail, as precarious, as flesh and can be snuffed out and assimilated back into the desert as easily as a corpse can. It is the deep sensitivity to abysses that makes Warlock one of our best American novels.
For we are a nation that can, many of us, toss with all aplomb our candy wrapper into the Grand Canyon itself, snap a color shot and drive away; and we need voices like Oakley Hall's to remind us how far that piece of paper, still fluttering brightly behind us, has to fall.