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42 pages, Unknown Binding
First published January 1, 1909
Tengo muertos y los dejé partir.Es un lamento medido y cadencioso:
Y me admiré de verlos así tan resignados,
así pronto hogareños en la muerte, así de equitativos,
tan distintos a su fama. Tan sólo tú regresas,
me rozas, me rondas, quieres topar con algo
que a ti suene y te delate.
…..Dime, ¿es que debo emprender un viaje? ¿Has dejadoRememora la mirada de la artista, sus cuadros de frutas, su auto-desnudo modernista, gaughiano:
a tu espalda alguna cosa, que te atormenta
y quiere acompañarte? ¿Debo ir a un país
al que tú no has visto, aún cuando resulte
familiar, como la otra mitad de tus sentidos?
Navegar quiero por sus ríos, quiero
saltar a tierra e inquirir por sus viejas costumbres,
quiero hablar con las mujeres en las puertas,
y observar cuando llaman a sus hijos.
Quiero grabarme cómo componen el paisaje
cuando están fuera en la antigua labor
de los prados y campos; anhelo ser llevado
en presencia de su rey,
y quiero mover a los sacerdotes, por medio del soborno,
para que me pongan ante la estatua más fuerte
y me dejen dentro cerrando las puertas del templo.
Haré que jardineros me muestren muchas flores,La mirada a la vida se vuelve mirada rilkeana de la muerte:
para que de todos los trozos sueltos
de sus bellos nombres propios
obtenga un extracto de mil aromas.
Y quiero comprar frutos, frutos donde otra vez
esté hasta los cielos metido el campo.
…..Pues tú comprendiste esto: frutos plenos.
Los ponías en platos frente a ti,
y medías con colores su peso.
Y así como frutos contemplabas también a las mujeres.
E igualmente veías a los niños, tendiendo
desde dentro a las formas varias de su existencia.
Y al fin te veías a ti misma como un fruto.
Te hurtabas de tus ropas y posabas delante
del espejo, te metías en él, en su interior,
excepto tu mirada. Tu enorme mirada quedaba fuera
y no decía: eso soy yo; no, sino tan sólo: eso es.
Así, sin curiosidad, estaba tu mirada,
así de desprendida, así de verse pobre,
que ni a ti misma codiciaba: santa.
…..Así quiero yo guardarte, tal como
posabas en los espejos, dentro de tu hondura,
y de todo alejada. ¿por qué llegas ahora siendo otra?
¿Qué te quieren decir los contornos de tu cuerpoLa comprensión se asoma al misterio del reflejo del Otro, el misterio de la mirada, el misterio de la vida que desgarra la muerte siempre azarosa
como líneas de una mano
para que yo ya no las pueda ver sin destino?
…..Aproxímate a la luz de la vela. A mí no me da miedo
contemplar a los muertos. Pues si vienen
están en su derecho de quedarse
en nuestra mirada como las demás cosas.
No te espantes si yo ahora, ay, comprendo,El lamento por este truncamiento es profundo y rebelde:
ahora asciende en mí: no puedo evitarlo.
Comprenderé, aun cuando por ello me muriera.
Comprender que tú estás aquí. Comprendo.
Como ciego cuando palpa una cosa
siento tu destino y no sé nombrarlo.
Prorrumpamos ambos a dos la queja, para
que uno te saque de tu espejo. ¿Puedes llorar aún?
No puedes. La fuerza y afluencia de tus lágrimas
han transmutado en tu mirar maduro,
y estabas atareada, cualquier humor en ti,
en trasladarlo a tu fuerte existencia.
Ésta asciende y gira en ciego equilibrio.
Allí te desgarró el azar, tu postrero azar.
¿Es que no oyes mi queja? Quisiera echar mi vozAl final queda solo la tristeza del camino truncado:
como un paño sobre los añicos de tu muerte
y vapulearlo hasta hacerlo harapos,
y todo lo que diga en esta voz
irá así de harapiento y de frío entumecido;
permanece en tu queja. Pero yo ahora acuso:
no a Uno que te retrajo de ti,
(yo no lo identifico, es como todos)
acuso a todos en él: al varón.
…..Si en algún sitio profundo en mí surge
un niño que existió, al que aún no conozco,
quizá el más acendrado ser-niño de mi infancia,
un ángel, y sin reparar en él
lanzarlo a la vanguardia de los ángeles
gritadores, que hacen que Dios recuerde.
Las mujeres sufren: amar dice soledad,
y artistas presienten a veces en el trabajo
que es menester transformarse donde quiera que amen.
Tú empezaste ambas cosas, ambas están en aquello que ahora
trunca una gloria que se va contigo.
Ay, tú estabas lejos de aquella gloria. Te recatabas
en tu sencillez; suavemente habías recogido tu belleza
tal como se recoge una bandera
en la mañana gris de un día laborioso,
y no ansiabas más que un trabajo largo,-
la labor no hecha: no hecha sin embargo.